No creo que haya una sola persona en este mundo que no quiera llevar la razón, es superior a nuestra fuerza, esa satisfacción de sentirse victorioso o con la verdad absoluta llena nuestro torrente sanguíneo de hormonas de la felicidad: Subidón, eso es en realidad lo que significa para nosotros el que nuestro ”oponente” nos diga: “Vale, la perra gorda para ti”.
¿Cuántos malestares no se han creado por eso mismo?¿Cuántos malos ratos podríamos evitarnos si en vez de elegir conflicto elegimos paz?
El problema radica en que elegir paz significa, en cierta medida, que no elegimos conflicto con otra persona sino con nosotros mismos, tenemos que bregar con un incesante parloteo interno de que argumentación podríamos haber utilizado contra nuestro “enemigo”, rumiar frases aplastantes y repetirnos que nuestro punto de vista es el acertado, dijera lo que dijera el otro. Entrar en conflicto con nosotros mismos no es una tarea que tomarse a la ligera, nos han enseñado que tener pensamientos negativos es malo, que lo mejor es ir por el mundo con un cartel de Mr. Wonderfull a modo de salvapantallas en nuestra mente.
- «Le podría haber dicho que hay que ser realista con el panorama profesional»
- «Tendría que tener en cuenta el periodo de cambios que sufrimos»
- «¿Qué pasará si fracasa?Yo ya se lo avisé»
Este procedimiento es agotador, en serio, la lucha contra nuestros pensamientos no hace más que desgastarnos… Pero Carito, esos pensamientos van a venir sí o sí a mi tanto si elijo tener paz como si elijo conflicto con una situación.
¿Qué puedo hacer?
Acéptalos, acepta que van a estar ahí, hazles espacio, deja que vaguen por tu mente y no les pongas foco. Tu objetivo es la paz y en eso es lo que te vas a centrar -la paz es la banana de tu monito interior-
Te voy a contar una metáfora que me enseñaron en terapia leí en un libro e ilustra perfectamente como lidiar día a día con tus pensamientos negativos cuando entras en conflicto interior.
Supongamos que tu mente es un autobús, y tú eres el conductor. Decides a que sitio quieres ir, en este caso la paz interior. Tu autobús es grande y llevas bastante pasajeros, esos pasajeros son de un barrio muy chungo, del barrio de los pensamientos negativos
y cansinos…así que ya sabemos que el viaje no va a ser fácil, esa gente no quiere ir al barrio de la paz interior, quieren montar gresca y revuelta así que se van acercando uno por uno a convencerte -y hasta amenazarte- para que cambies la ruta, decirte que quizás antes de tu soñado objetivo podrías pasarte por otros sitios menos recomendables para ti pero divertidos para ellos… Tu cabina está perfectamente blindada, no pueden hacerte daño, así que tienes dos opciones:
- Te pones a discutir con ellos y por no oírlos, o por miedo, les haces caso alejándote de tu destino final.
- Eliges decirles una y otra vez amablemente que ese bus solo va a ese destino, se pongan como se pongan.
Los pensamientos no van a desistir, nuestra mente nunca para
la jodía, y van a seguir viniendo una y otra vez. Aquí es donde te mantienes firme y los dejas de background, como una radio de fondo. Les perderás el miedo, es más, los reconocerás -hasta podrás ponerles nombres- pero sobre todo estarás tan ocupada conduciendo tu mente hacia la paz que nada te detendrá.
¿Cómo te quedas? Todo loco, ¿eh? Pues si, es así de sencillo. Si te ha molado estáte pendiente porque en las próximas semanas contaré el ejercicio que puedes llevar a cabo para tener un poco más de control, sin volverte un obseso del mismo, en el autobús que manejas.
Tu turno ¡Viva, viva! ¿Conoces otras historias inspiradoras como esta? Compártelas conmigo, ¡¡no me seas agonías!! jajaja
Alvaro San dice
El mono que salta de rama en rama, el partido de tenis mental, la vocecita…mira que había leído cosas para tratar de explicarlo pero la del autobús me ha encantado!
Rosana dice
Je, je, mola, escribí algo parecido con lo que yo hago….https://atreverseacambiar.wordpress.com/2015/08/15/cambiando-soy-un-gnomo/
Ná, son unos plastas, pero les coges hasta cariño…por cierto, yo me he dado cuenta que el tener las hormonas medio en su sitio hacen milagros…me resulta infinitamente más fácil pasar de las voces. Claro, tú imagina que el conductor va con hambre, no ha dormido en dos noches y se le ha incendiado la casa. No está el muchacho pa aguantar gilipolleces de nadie y mucho menos para lidiar con gracia y diplomacia a los pasajeros plastas. Ahí se lía fijo 😛