Ayer por la noche decidí ver una película, lo hago cada noche pero no suelo pasar de los créditos ya que caigo rendida. Anteanoche fue Blue Jasmine de Woody Allen y la elegí por la sencilla razón de que estaba sonando esta canción en mi reproductor.
Si lo sé, os da miedo mi playlist…
Me encantan estas pequeñas idiosincrasias de la vida y no creo en la casualidades. Blue Jasmine me pareció una película muy brutal. Desgarrador relato de la psique femenina, con el trasfondo de la enfermedad mental. Mi amigo Lucas me comentó que a él le recordaba a “Un tranvía llamado deseo” así que esta noche me dispuse a verla, esta última está bastante más enfocada al tema de la enfermedad mental. Me estaba gustando bastante hasta que, en la escena final en la que se llevan a la pobre Blanche al manicomio, algo dentro de mi se ha desatado. Me he tirado como quince minutos llorando desconsoladamente y he tenido que subir a mi habitación a escribir esto. Me han dado las tres de la mañana pero necesitaba soltarlo.
Caro, sólo es una peli, ¿no?
No solo es una película y sí, este era el post que más he estado temiendo desde que empecé con el blog porque es un tema muy delicado y no sé como tratarlo. ¿Con mi habitual palabrería y desparpajo? ¿Puedo ofender a alguien con él? ¿Cómo me sentiría yo con después de todo? Tengo miedo de que me pase como a mi amigo Juan, con su desgarradora historia que luego se sintió tan vacío que lleva sin escribir un mes…
El problema es que pensamos que ciertas situaciones de nuestra vida, debido a que sucedieron largo tiempo atrás o quizás porque nos hemos visto sometidos durante un largo periodo de tiempo al mismo estimulo, pues ya está superado…somos unos “pro” en esto de la resiliencia ¿verdad? Pues no, esta noche me ha abierto los ojos.
Andamos ahogándonos en problemas del primer mundo.
Nos andamos quejando por las esquinas: Qué si este no me quiere, qué si no puedo pagar la casa, qué se ha agotado el iphone… sin ser capaces de dar las gracias de tener la cabeza bien (dentro de nuestras pequeñas mierdas). Para mi, la enfermedad mental es de las cosas más hijas de puta – y perdona la expresión- que te puede pasar en esta vida.
Es algo que destroza personas, vidas y familias. De pasar a ser una persona brillante, con una gran carrera por delante, una familia unida a convertirse en un ermitaño solitario que no es capaz de mantener a nadie a su lado sin herirlo. Y lo peor es que ni siquiera es tu culpa, no te lo mereces, nadie se merece eso…es la broma más cruel que jamás ha podido gastarte el destino.
Abriendo heridas.
La cuestión es que yo pensaba que había conseguido dejar el pasado atrás, disfrutar de la nueva situación, verte algo mejor cada día y sobre todo que te había perdonado – de algo de lo que tú no tienes culpa- pero que yo me empeñé en que así fuera.
Te maldije tanto tiempo, y te odié porque pensaba que nosotros no éramos lo suficientemente buenos como para que tú decidieras coger el toro por los cuernos. No fue hasta que yo caí en aquella depresión que me di cuenta que nadie puede mandar en la química de su cerebro pero aun así me mantuve aferrada al dolor, a los reproches… a la impotencia.
Tampoco ayudó nada que decidieras no venir a la boda, cosa que ya sabíamos de antemano, pero uno se agarra a la esperanza de que todo sea distinto aún sabiendo que no va a ser así. Creo que ese fue el último día que lloré por ti hasta hoy, y ni siquiera fue por tí. Fue por el daño que le estabas haciendo a la persona que más quiero en este mundo. Él en realidad tiene un gran apoyo y no debería preocuparme tanto, en cambio yo me vi sola y decidí no lidiar con el temporal…Y en estas me veo ahora, bregando agua con las manos rotas. En una isla, a miles de kilómetros de tí y de todo lo que me es querido y familiar.
Y me pongo una película antigua y toda esta mierda se remueve y no lloro por la pobre Blanche, lloro por ti, lloro por mí, lloro por todos aquellos momentos en que la situación me resultaba tan dura que no podía ni respirar, que los pulmones se colapsaban, la garganta me ardía en un grito ahogado y no podía sacar mi rabia porque «había que controlarse para no empeorar las cosas»…mi mantra diario por aquel entonces.
En el momento álgido del autoengaño.
Me repito que no me importa pasar la navidad aquí sola porque en realidad la odio, porque era la época más temida en nuestra familia, porque no hubo un año desde los 11 años que mi primer deseo de navidad no fuera que por favor te pusieras bien, que la vida nos diera un respiro.
Tengo noticias para ti Caro. La vida no da respiros.
Y bueno, creo que ya por fin hoy ha sido el día en que lo he dejado ir todo. Suelto ya el globo al que llevaba aferrada tanto tiempo que me estaba gangrenando la mano donde el hilo me estaba haciendo herida en la carne. Me miro la herida, duele, pero terminará cicatrizando.
Hay cosas que atesoramos que no son buenas para nosotros.
Solo te deseo que tu vida esté llena de paz, de armonía y que poco a poco vayas saliendo de ese caparazón y seas capaz de apreciar todo lo maravilloso que hay a tu alrededor.
Te quiero papá.