Cuando era pequeña no me dejaban tener mascotas que requirieran un cuidado especial, así que hasta los 18 años tuve toda las clase de bichos: peces, pájaros, hamsters, conejos enanos, tortugas…hasta un alíen metido en una botella.
Se llamaba Panete y tenía el cuello roto…
Fue ese background de coleccionista de cosas que suplían lo que realmente quería -un perro- pero que nunca me llegaban a llenar del todo, las que dejaron mella en otras áreas de mi vida.
Como extensión no he dejado de coleccionar comportamientos que no me han permitido tener lo que yo realmente quería -que mi vida fluyera- Hasta mis 35 años he hecho toda clase de chanchullos para intentar controlar en cierto modo mi cuerpo y mente.
He probado a comer solo carne -dieta Atkins-, solo alimentos crudos -crudivegana-, solo carbohidratos, no gluten, no lactosa, no huevos, solo fruta -Consejo: Dejaros de historias-
He practicado ejercicio extenuante: Krav magá, Aikido, running, natación. Me he volcado desde el punto de vista energético: Yoga, Chikung y retiros espirituales.
He probado a controlar mis pensamientos, a convertir todo lo negativo en positivo, en decirles que si con la cabeza a todo, en negarlo todo y regañarme una y otra vez.
He probado a decir las cosas que quería que hiciera la gente, a insinuaras sutilmente, a gritarlas y llorarlas, a resignarme, sentarme con los brazos cruzado y la mirada gacha…
Pero no ha sido hasta que lo he soltado, he dejado de querer controlar todo, me he rendido a la evidencia que las cosas han empezado a fluir, a ir al ritmo que yo quería sin forzarlo, en serio, jamás hubiera pensado que era tan sencillo -y exquisitamente complicado a la vez- No fue hasta ahora que mi cuerpo ha dejado de pedir comida basura, que la gente hace cosas que me agradan por sí mismas y que mi cabeza no es una batalla constante.
Supongo que la terapia de compromiso y aceptación está funcionando.