Quien me conoce sabe que soy una persona positiva, que no se toma demasiado en serio las situaciones molestas de la vida y que intenta siempre tener una palabra amable con quien se pone en contacto con ella…Si, a rasgos generales soy así, pero una parte que mantengo algo oculta es el genio que me gasto -la malafollá granadina mundialmente conocida- es necesario mucho esfuerzo y constancia para conseguir ponerme en ese modo. Esta semana los planetas se han alineado para que ello ocurra.
Tocando los cojones a cuatro manos.
Y es que me he pasado unos días en los que mi sistema operativo ha petado. Hace tiempo que te comento la necesidad de sacar a las personas tóxicas de tu vida, y como bien escribió Gorka hacer limpieza de agenda a veces es más que necesario.
Hay algunas personas que aceptan que no estamos hechos para estar el uno en la vida del otro y lo llevan con deportividad. Luego están aquellas, que supongo que por el hecho de no tener vida propia, hacen de el hecho de tocarte los cojones e intentar hacerte sentir mal el objetivo de su vida.
Mirando a Cuenca.
La técnica que siempre me ha funcionado es mirar hacia otro lado, ignorar sus tejes y manejes y dejar que se cansen ellos solos, pero bien, una no puede barrer debajo de la alfombra durante un tiempo indefinido porque al final te terminas tropezando con el bulto de mierda y no mola nada.
Rumores que matan.
Y es que, aunque tengo conversaciones enteras transcritas sobre lo que hablan de mi, y ahí no hay margen a la libre interpretación. Lo que más daño hace, a mi entender, es cuando te cuentan las cosas de viva voz. La “falacia narrativa” es lo que me mata. ¿Alguna vez jugastes al teléfono escacharrado? En un corro una persona empezaba un mensaje y lo decía rápidamente al oído de la persona sentada al lado, y así hasta que llegaba la final; Entonces el primero decía lo que había contado y el último lo que había entendido…ni una sola de las veces se correspondía en lo más mínimo. Pues bien así es como funcionan los rumores, los dires y diretes.
Lo que a mi me sirve, la mayoría del tiempo, cuando llega este tipo de historias a mis oídos es:
- Ponerme en el lugar de la otra persona, entender la decepción que habrá supuesto que lo saque de mi vida y ver que es lógico estar enfadado. La empatía siempre te ayuda a relativizar todo.
- Distanciarse del problema. Verlo desde fuera y entender que la gente que realmente te conoce y valoras no harían caso de esas historias.
- Entender que nadie puede ir por la vida sin sufrir roces y encontronazos. Empezar a verlo como unas astilla clavada, a veces la única solución es dejar que la herida se infecte y sea la pus quien la empuje fuera.
Así que voy a aprovechar esta plataforma para informar a todos mis “haters” que este es el último segundo que gasto pensando en ellos. Que sigan así, esparciendo mierda por el mundo que lo único que van a recibir de vuelta es mierda multiplicada por diez, que la gente que me quiere y me conoce no van a hacer más que reírse de las historias que se inventan, quizás deberían pensar en meterse en el club de la comedia…¡Tenéis madera!
Oye que a gusto que me he quedado. Y tú ¿Cómo manejas este tipo de situaciones? ¿Eres de los que planta cara y pelea o más de sentarte en la orilla del rio a ver el cadaver de tu “enemigo” pasar?
Sea como fuere, esto siempre te va venir de perlas.
En mi último artículo para El ibérico me lo paso pipa derrumbando castillos de naipes.