“Carolina” es el sonido que me ha sido asignado en esta vida. Dependiendo del idioma en el que se pronuncie puede ser suave y sutil o sonar como un insulto.
No hay sonido más dulce para mis oídos cuando sale de los labios de una persona que me ama y a la vez sonido que más aborrezca cuando viene de alguien que casi te lo escupe.
Nunca me había parado a pensar en el valor de las palabras, en los sonidos que las conforman, en la vibración que producen en el interior de nuestro cuerpo.
Del mismo modo que nunca me paré a pensar que los pensamientos van dejando un surco en el disco que es nuestra mente, cuanto más repites un pensamiento -o patrón- más profundo es el surco y más tiende tu tren del pensamiento a descarrilar por él, al igual creo que los sonidos que más repetimos son los que conforman nuestro estado de animo.
Por lo tanto hay que cuidarse de los sonidos que nos impactan cada día. Al igual que el agua tiene una memoria y puede notar las distintas vibraciones que emiten las personas, a nosotros – y nuestro 60% de agua que nos conforma- nos afectan las personas tóxicas que solo se quejan. Sus vibraciones me dejan exhausta ¿no te ha pasado nunca? de nada sirve comerte un plato de verduras frescas y ecológicas si lo compartes con alguien que te va a bajar el nivel vibratorio.
Así que me he quitado del gluten, la lactosa y mil cosas más, en definitiva todas las cosas tóxicas de mi vida.
Más vale solo, mi niño, más vale solo.