Autenticidad, esa ramera despiadada que se sitúa detrás de tu oreja y te susurra cosas al oído. Cosas que quieres hacer o decir pero tu mente crítica y programada por la sociedad censura, cohibe y coarta.
Se politicamente correcta, no levantes la voz, esas palabras malsonantes no las debe decir una señorita, ya eres mayor para estar jugando en los columpios… que les jodan a la falsa cortesía y al baile de máscaras de esta sociedad.
Yo quiero ser yo, esa ramera despiadada que me susurra a mi misma cosas al oído. Cortar el aire con mis respuestas ingeniosas y sarcásticas, decir “ooopps, ¿lo dije en voz alta?”, pedir perdón -sincero- en vez de permiso, alzar mi voz, soltar tacos como si no hubiera un mañana, revolcarme en el barro, chillar de felicidad en mitad de la calle.
Parecer la puta loca que soy
Necesito ser yo porque este corsé me está matando, se me clava, me hace dócil y mansa y sobre todo me hace aburrida, una más del montón. Un maniquí con un numero de serie en el cogote, que sí, que puedes elegir el color de tu pelo y el modelito que te pones, pero por dentro estas muerta, muerta en vida.
Y no es esa parte, la correcta, quien ha cogido hoy el teclado, ya me irás reconociendo. Debo pedirte disculpas por haberme perdido tanto y debo tirarte de la orejas por no habérmelo dicho a tiempo.
Joder, que esto se dice antes coño. No te pierdas, vuelve Caro, ramera despiadada.