El otro día, en el desayuno, discutíamos sobre las start-up, ya que mi compañero de casa trabaja en una. Me comentaba que es algo complicado porque nunca se sabe que va a pasar y que la mayoría de estas empresas se pasan muchos años en pérdidas antes de remontar o que alguien decida a comprarlas para explotar todo su potencial.
Emprendiendo una start-up sentimental.
Se me ocurrió la analogía de que una relación sentimental es como una start-up, y cuanto más intentaba convencerme él de que no era así y más argumentos me daba, yo más claro lo veía.
En una relación, como en una start-up, tienes que invertir tiempo, dedicación, ponerle ilusión pero en vez de invertir dinero inviertes sentimientos. Y por supuesto la incertidumbre de si funcionará o no siempre estará ahí. Es tirarse a ciegas, igualito que en amor…si ya lo decía yo.
Ni que nos den fuego…
Supongamos que conoces a una persona, te encanta, comienzas a conocerla y a pasar más tiempo con ella, incluso el tiempo que no compartís fisicamente también te lo pasas pensando en ella. Cuando una idea de negocio empieza a cobrar forma en tu cabeza y te seduce, te ocurre exactamente lo mismo…Todo te recuerda a ella o piensas que puede ser interesante para complementar ese negocio. En cierto modo se puede decir incluso que sus “hobbies” se convierten en los tuyos, o por lo menos dedicas más tiempo del habitual a informarte sobre ellos.
Invirtiendo en corto pero pensando en largo.
El segundo paso sería buscar inversores, es decir, es una relación intentaríamos que la otra persona pusiera el mismo entusiasmo por nuestro proyecto. En las start-up, cuantos mas inversores mejor, en cambio en una relación preferimos al pez gordo, el que va a cubrir todas nuestra necesidades. En este campo menos es más -ya hice una crítica con referencia a Tinder hace unos meses- al tener muchos inversores que aporten poco capital, cubrimos nuestras necesidades mensuales pero ninguno por si solo te llega. Ese es el peligro de este tipo de relaciones.
Mucha chicha y poca limoná…
El plan renove.
El fin último de las relaciones no es , obviamente, deshacerte de ellas -como puede ser un objetivo viable en un start-up- pero lo que sí es remarcabable es que en una relación tú “aprendes a base de errores”. ¿Quién no recuerda sus primeras relaciones? Todo te parecía un mundo, los celos te corroían y te hundías en la miseria a la mínima (yo aún recuerdo mis broncas en mitad de la calle, cosa impensable a estas alturas) Poco a poco fuiste madurando, en este sentido se podría decir que tus primeras empresas no fueron un éxito, lo intentaste, pusiste todo tu empeño, pensabas que saldrían adelante pero no.
Triunfando, como la Coca-cola.
Si triunfas con tu start-up la vendes por millones de dólares y te dedicas a tus “cositas”. Si el éxito es rotundo en una relación formas una familia, de dos, de tres o de los que se tercie. Tienes un estabilidad, una seguridad y esa sensación cálida de sentirte en casa en brazos de alguien.
A veces un autoabrazo es la única solución…¬.¬UU
La competencia es descarnada y no merece la pena entrar en esa “carrera de ratas”.
En una relación venderla al mejor postor no es algo agradable. Vale, que tu pareja te engañó y te dejó por otra persona. En aquel momento lo viste como algo malo, pero piénsalo ahora ¿no llegaron cosas mejores después de eso? ¿a que tú ya no eres la misma persona? Tu siguiente relación fue mucho mejor, ¡¡pues lo mismo que con una start-up!!
¿Ves? ¡Sabía que mi analogía no carecía de sentido!
Recapitulando la cosas en común serían:
- Inviertes tiempo.
- Inviertes dinero/ amor.
- Tienes un proyecto.
- Buscas inversor.
- Creces con ella.
- Aprendes de tus errores.
- Pones ilusión.
- Comes, respiras y piensas por y para ella.
- La incertidumbre lo hace emocionante.
- Si sale muy bien triunfas, si sale mal…Try again!
Y tú, ¿algún «empredimiento» emocionante/ emocional del que quieras hablarme? Mira que yo soy ya una pro en esto de las start-up sentimentales…Sino mira que he tenido que tirar ya de esto para organizarme…