La idea era coger una maleta, echar toda la ropa bonita que tuviera, meter el palo selfie en el bolso y tirar para Tokyo. Allí pasearía por sus templos y jardines Zen, comería cosas deliciosas y por supuesto tendría experiencias místicas…descubriría cual es el siguiente paso que el universo tiene pensado para mi, cuan juego de rol yo tiré el dado y esperé el resultado a modo de lectura del master.
El dado ha rodado, mi cuerpo se ha quebrado y aquí sigo esperando esa revelación divina. Quizás ya no soy la misma y ya no puedo esperar los mismo métodos para conseguir lo que antes me resultaba tan sencillo. Quizás las reglas del juego han cambiado mientras yo andaba absorta en estrategias, retos y lead magnets. Quizás me sienta aún más ajena y alienada del mundo de lo que ya me sentía antes ¿Algún día me sorprenderé sola en el mundo cuan Will Smith en “Soy leyenda?
O quizás es que me creía tan fucking special que nada podría derribarme nunca, o quizás son estas putas hormonas de la fecha del mes que toca… sea como fuere el dado ha rodado, lo he lanzado, pero no sé donde ha caído. ¿habrá sido de canto?¿estoy en tablas? ¿Y ahora qué debo hacer?
Me temo que la respuesta no me está molando nada: No hacer nada. Nada en absoluto. Tomarte un respiro (pero de verdad, no de boquilla).
Y meterte en la cabecita de una vez que parar no es morir, parar no es ahogarse, para es parar, respirar, observar cuan transeúnte inmóvil en una esquina de un cruce concurrido. Observas a la gente pasar, a los coches y motos, todos con un destino, con una cadencia y los envidias o no, digamos que los envidias a ratos.
Y a veces quisieras no haber tomado la píldora roja, seguir en el matrix, salir los fines de semana a emborracharte, comprarte una casa bonita y trabajar 30 años para pagarla. Vivir anestesiada, vivir sin un sentido, obviar el propósito y vivir de cara a la galería. Subir fotos de lo bien que me va todo, mientras por dentro lloro de pena. Tatuarme a Mr Wonderfull en el antebrazo y sonreír todo el día. Ser todo aquello que se esperaba de mí, sin excepciones.
Y bueno, soy nueva en esto de sentarme en el lado del camino y esperar. Me impaciento, siento que no sirvo para esto, que tengo que moverme, las piernas se me inquietan, el corazón se me acelera y me sorprendo oteando el cruce a ver para donde puedo apresurarme a ir, sabiendo de antemano que es un parche, que el destino que persigo no se encuentra en elegir sin descanso un horizonte.
Que el corazón necesita de su tiempo, encontrar el camino con una venda en los ojos es lo que tiene, que va a ser más lento, y me lo repito para ver si me entra en la cabeza (pero de verdad, no de boquilla again).
Porque por mucho que me gustaría decirte que todo lo que he escrito en este blog era para ti, no es así, todo es y ha sido siempre para mí. Pero lo escribo y no lo vuelvo a leer, y claro, se me olvida.
Quizás sea el momento de empezar a escribirme a mí misma en un cuaderno, a lo Marco Aurelio, para llevarlo conmigo y repasar cada noche. Sé que me he dado muy buenos consejos por aquí (y me has dado) y sé que debería aplicármelos… y en vez de eso, aquí sigo escribiendo sobre esto y sintiéndome desolada.
Y al subir este post, nos nos engañemos, es un esfuerzo desesperado por sentirme útil, por sentir que estoy haciendo algo más que vegetar por Japón. En fin, que no todo va a ser postureo feliz por estos lares, que cuando estoy en la mierda, estoy bien en la mierda y paso de ocultarlo… sino dime:
¿Cuántas veces has sonreído cuando en realidad querías dejar rodar lagrimas a mares por tus mejillas?
Pues ea, hoy a llorar se ha dicho, desde mi esquina. Observando.